lunes, septiembre 17, 2007

Con Petro



La unidad de la izquierda no será posible, ni deseable, sino en torno de la apuesta sin ambigüedades por la democracia.



Por Rafael Nieto
Fecha: 09/15/2007 -1324


Los lectores saben que Gustavo Petro no ha sido político de mis simpatías. Nada ha tenido que ver en ello que sea ex guerrillero. Lo es también Navarro, por quien no tengo sino aprecio y respeto. Cuando un alzado en armas las abandona y se reinserta, merece el apoyo de la sociedad. Si además, como Navarro, contribuye al fortalecimiento de la democracia, gana nuestra admiración. De Petro no me han gustado su chavismo a ultranza, su afán de protagonismo y su ausencia de vergüenza histórica, cuando no tiene freno para acusar a sus contradictores en materia de relaciones entre política y grupos violentos. A Petro, he dicho, no le calza su pretensión de ser el nuevo Catón de la República.


Pero confieso que Petro me ha sorprendido de manera muy positiva desde hace algunos meses. Primero, con su decisión de realizar un debate, que aún esperamos, sobre la 'farcopolítica'. Ya es un avance sustantivo que desde la misma izquierda se quiera destapar su lado oscuro. Después, con la carta que enviara rechazando la babosa declaración del Polo tras el asesinato de los 11 diputados por las Farc. Petro reclamaba a sus compañeros políticos claridad y contundencia para condenar a las Farc. Y hace unos días, Petro criticó la entrevista de 'Raúl Reyes' con el diario argentino Clarín, en la que 'Reyes' enviaba mensajes de apoyo al Polo y sugería que las Farc estarían dispuestas a participar en un gobierno de coalición con ese movimiento.


Como respuesta, 'Iván Márquez', otro del Secretariado, se vino lanza en ristre y en tono amenazante contra Petro y lo acusó de estar "asperjando estupideces en torno a las Farc". En este punto ocurrió lo inesperado. En lugar de que el Polo, unido y como un todo, saliera a respaldar a uno de sus miembros más representativos frente a las amenazas de los violentos, se sucedió una serie de vergonzosas declaraciones de parte de sus copartidarios. Jaime Dussán dijo que el Polo no estaba "ni con las Farc, ni contra las Farc". Jorge Enrique Robledo sostuvo que Petro era "una rueda suelta" y agregó que "hay que temerle más al uribismo (que a las Farc)". Y Carlos Gaviria, que había mantenido un preocupante silencio, sólo abrió la boca para decir que Petro y Lucho Garzón sufrirían del "síndrome del converso" y que le incomodaban de Petro tanto la forma como actúa como lo que dice.


La seguidilla de episodios muestra varias cosas: a) que a las Farc no les interesa la unión de la izquierda colombiana sino su control, y el del Polo, por parte de los radicales. Lucho Garzón, Angelino, Navarro y ahora Petro, no sólo le molestan, sino que son sus enemigos. No son las diferencias ideológicas, que las hay, lo que perturba a las Farc, sino el hecho de que ellos condenen de manera tajante la acción armada. Este liderazgo de izquierda democrática es peligroso para las Farc y les conviene debilitarlo;


b) que en el Polo hay sectores muy representativos, acaso mayoritarios, que no han logrado romper con la idea de la combinación de todas las formas de lucha o, al menos, que no se atreven a condenar la "lucha armada";


c) que la unidad de la izquierda no será posible, ni deseable, sino en torno de la apuesta sin ambigüedades por la democracia. Mientras haya sectores que les coqueteen y les hagan el juego político a las Farc, mejor será que haya diferencias y que se ventilen. El fracaso del Polo no estaría en las fricciones internas, sino en su incapacidad de condenar a los violentos. El Polo, si quiere tener éxito, tiene que estar contra las Farc y ser su enemigo. Esa es la única opción posible dentro de los demócratas. Frente a los violentos no cabe la neutralidad o el silencio, porque ambas posiciones terminan por ser cómplices;


d) la distancia no está en la búsqueda de una solución negociada del conflicto armado. Incluso la política de seguridad democrática acepta ese escenario como el más probable y el menos costoso desenlace de la confrontación. La diferencia radica en la condena explícita a la violencia como instrumento político, en el compromiso sin ambigüedad con los métodos de la democracia y en la decisión de usar, con firmeza y sin vacilación, todos los medios legítimos para neutralizar a los violentos.


No hay que equivocarse. Incluso quienes estamos en orillas distintas apostamos al éxito político de líderes de izquierda democrática como los Garzones y Navarro. Habrá que sumar a Petro. Su triunfo es el de la democracia.

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