jueves, septiembre 13, 2007

El Polo y las Farc

EDITORIAL

13 de Septiembre de 2007. Redactor de EL TIEMPO.

El agarrón que se ha armado dentro del Polo Democrático Alternativo, a raíz del enfrentamiento entre el senador Gustavo Petro e 'Iván Márquez', del secretariado de las Farc, lejos de ser un tema exclusivo de la izquierda o de la política, es algo que debería preocupar a todos los colombianos. Es mucho más que un simple zafarrancho entre izquierdistas.


Ver que uno de los jefes de las Farc acusa a uno de los más radicales líderes de la izquierda legal de "apoyar" el Plan Patriota y de "venderse" al imperialismo, solo trae a la mente los señalamientos igualmente calenturientos de quienes, desde el otro extremo, detectan a un guerrillero en todo crítico del régimen. Y no es el único punto en el que se tocan el estalinismo y la extrema derecha, tan alérgicos a la democracia y el debate, y tan proclives a cerrar toda discusión con motosierra o cilindro. Pero lo de las Farc con el PDA tiene mucho más de fondo que la sola intolerancia totalitaria a la crítica.


¿Por qué esta súbita seguidilla de declaraciones de altos miembros de las Farc sobre el Polo, ora tendiendo la mano, como hizo 'Raúl Reyes', cuando dijo que verían un gobierno del PDA con buenos ojos, ora fusilando verbalmente a quienes, como Petro, califican de "crimen de guerra" lo hecho por las Farc con los secuestrados?


La cuestión no es simplemente que los llamados del senador del Polo a que la izquierda sea más sistemática en su condena de los actos de esta guerrilla produzcan indignación en las selvas del sur. No es descabellado pensar que, militarmente golpeadas, políticamente aisladas y con las puertas internacionales casi cerradas por su propia degradación, las Farc buscan protagonismo y oxígeno en dos frentes: aprovechando la mediación de Chávez en el intercambio humanitario, e interviniendo en la izquierda legal colombiana. Un PDA clara y tajantemente deslindado de la lucha armada es un rival, incluso un enemigo, para un aparato armado tan totalitario y degradado como las Farc. Por eso, sus repetidas alusiones al Polo lo que buscan es azuzar la división entre "la admirable labor de tanto líder democrático y revolucionario que hay en el Polo" -palabras de 'Márquez'- y los Petro, Garzón, Navarro y otros que, con razón, ven en esa guerrilla uno de los grandes obstáculos para que la izquierda democrática se consolide como opción de poder.


Lo grave es que la provocación produjo efecto. En lugar de cerrar filas alrededor de su dirigente atacado, el Comité Ejecutivo del PDA no fue capaz de hacer ni una declaración en su respaldo. Es diciente que, mientras el senador Jaime Dussán sale con un tibio "no somos ni amigos ni enemigos de las Farc", y Carlos Gaviria dice que Petro no debe hablar sin consultar, el alcalde Garzón diga que no se puede contestar "con rancheras y canciones de boda" a los "cilindros" de las Farc contra el Polo.


Por lo visto, los llamados de Petro han tocado una fibra de fondo. Porque dentro de la izquierda democrática la ruptura con la 'combinación de todas las formas de lucha' debe ser inequívoca, y no seguir dependiendo de nostalgias que aún puedan latir en algunos corazones (autojustificadas como reacción a la horrenda combinación que también ha hecho la derecha).


Lo cierto es que, en el fondo, las Farc deben estar menos interesadas en 'aliarse' con un sector del Polo "democrático y revolucionario" que en debilitar a una fuerza que no comparte su concepción ni sus métodos y que por eso ha avanzado. El único resultado de una eventual división del PDA sería condenar a todos sus componentes al fracaso como proyectos político-electorales. Algo que aplaudirían con idéntico entusiasmo tanto la derecha extrema como el estalinismo armado.


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