Febrero 16 de 2008
Gustavo Petro y José Obdulio Gaviria vieron juntos la pélícula 'Retratos de un mar de mentiras' y conversaron sobre el país.
Llegaron puntuales a la cita, en el apartamento del cineasta Carlos 'El negro' Gaviria. Gustavo Petro, antes miembro del grupo guerrillero M-19 y hoy congresista por el partido opositor Polo Democrático Alternativo, con un vestido gris que destacaba su corbata rosa, y José Obdulio Gaviria, antes perteneciente a opciones de izquierda, ex miembro del Movimiento Firmes y hoy asesor del presidente Álvaro Uribe, considerado uno de los gobiernos de derecha más fuertes de los últimos tiempos. José Obdulio vestía un gabán negro que no se quitó durante toda la noche.
Foto: Roberto Camargo Ardila
La idea era ver la película de Gaviria, Retratos de un mar de mentiras, una crónica de viaje por la carretera de la costa Atlántica, que narra todo lo que se van encontrando en ese camino dos jóvenes: Jairo y su prima Marina. Cuando ella era una niña, presenció la muerte de sus padres a manos de un grupo paramilitar que los desalojó de su rancho en un pueblo del departamento de Córdoba. El objetivo del viaje es rescatar los documentos de propiedad de la tierra que heredaron de su abuelo. En el camino viven las incidencias que ocurrían con frecuencia en los 90 en una carretera colombiana: retenes guerrilleros que en los siguientes años fueron destruidos a sangre y fuego por tropas de la seguridad democrática del presidente Uribe, se encuentran con familias desplazadas que viven entre la carretera y el abismo, pero también comparten fandangos al compás de la música de María Mulata. Llegan al pueblo y Marina percibe que el grupo que mató a sus padres sigue allí, dueño de la tierra y de la vida de la gente y el mar Caribe sirve de marco y es fiel testigo del final de la historia.
Las primeras impresiones acerca de la película, tanto de José Obdulio como de Petro y los comentarios de 'El negro' Gaviria, desataron después una intensa conversación que dio lugar al análisis, más que a una sorda confrontación, y la escucha se tomó la sala. Durante las dos horas que duró la charla, ni Petro exhibió sus dotes de vehemente defensor de sus tesis en tono mayor, ni José Obdulio se mostró aplastante o descalificador. Esto no quiere decir que ambos no conservaran los atributos personales que los han caracterizado como acérrimos opuestos en la escena política colombiana. Uno, sagaz, atento a los traspiés del otro, bien informado, moviéndose como pez en el agua tanto en la historia como en la actualidad del país, revelador de datos y hechos siempre asombrosos y difíciles de controvertir. El otro, dueño de un discurso filosófico propio, dirigido a desconcertar al otro, con dotes magistrales para posicionar en todos los momentos de la conversación el modelo de país que defiende, recursivo, experto en evadir asuntos diferentes a los que considera válidos. Al oír las argumentaciones que defiende con todas las agallas alcanza uno a entender un poco la razón por la cual es uno de los principales hombres del presidente Uribe.
Ya definidos los dos contendores, empecemos esta batalla verbal que, aunque diametralmente opuesta en su mayor parte, llegó a algunos acuerdos y terminó al final con palmadita en la espalda.
María Cristina Alvarado (MCA): ¿cuál es la mirada de cada uno de ustedes sobre la historia que narra la película?
José Obdulio Gaviria (JOG): me parece que una mirada más amable del país podría denunciar mucho mejor el problema. Pienso en el cine italiano que es tan bello en la narración de trágicos asuntos. Como amante del cine, yo saldría desilusionado de esta película, aunque si se quiere es hablar de política y de denuncia, pero yo jugaría más con una cámara recreando otras cosas del país, otra visión del país, sin sacrificar la historia. Claro que ese cine sobre Colombia a lo mejor tiene éxito en algunos escenarios, como algunos sectores europeos y norteamericanos. Creo que en Colombia no tanto.
Gustavo Petro (GP): yo no puedo ver esta película como cineasta, porque es nuestra realidad palpitante, trágica. Desde la lógica del mercado, uno diría: los colombianos no queremos ver nuestra realidad. Algunos quieren ocultarla y quieren ver, más bien, comedias y, en ese sentido, quizás, tenga más taquilla, como dice José Obdulio. Solo que esas películas no pasan a la historia, mueren rápidamente. Este tipo de películas, que pertenecen a una corriente del cine latinoamericano que trata de mostrar lo que pasa en América Latina, quedan. Y como las obras de arte, se valorizan con el tiempo. Yo soy de Córdoba, una de las tierras más fértiles del país y, sin embargo, uno de los departamentos más pobres del país, con un mar que comunica con los Estados Unidos. Era claro que allí iba a ver un cruce de caminos: narcotráfico, corrupción política, avaricia por la tierra, feudalismo que cambió de dueño, terminó siendo uno de los fortines de lo que conocemos como el poder mafioso en Colombia.
Carlos Gaviría (CG): por mi parte, asumo esta película de una manera más emotiva, yo no quería hacer una película política, reconozco que terminó siéndolo, pero lo que quería era hacer una película sobre lo que yo sentía viendo este país. Creo que uno de los graves problemas de una guerra tan prolongada como la que ha vivido Colombia es que la gente se insensibiliza y se acostumbra a lo que está pasando. Por ejemplo, bajar la carretera de Medellín a Montería es una de las cosas más dolorosas que le pueda pasar a un ser humano. Yo veía familias que viven entre la carretera y el precipicio y no podía creerlo. Es muy bueno que la gente esté horrorizada con el secuestro, pero me parece inconcebible que la gente no esté horrorizada con todo lo que está pasando aquí. No puedo creer que los colombianos, siendo como somos, tan emotivos y maravillosos, podamos convivir con eso, pasar por encima y creer que no existe.
MAC: ¿qué agenda tiene que llenar el país para lograr la paz?
CG: En Colombia hay dos países, uno formal, de leyes, el mejor país del mundo y un país real, bastante salvaje, donde matan a la gente todo el día, intolerante. En el país formal se habla de libertades sindicales y matamos 70 sindicalistas al año y esa diferencia es el motor de la violencia. En el Congreso y en el Palacio de Nariño hablan de una ley y mientras tanto unos señores en Córdoba, unos señores armados se encargan de imponer la ley muy diferente. Cuando mataron a los militantes de la UP, yo pensé que eso lo íbamos a pagar. Y lo estamos pagando, porque si no hubiéramos matado a Bernardo Jaramillo, o a Pardo Leal, ahora se estaría negociando con ellos y mientras la justicia no resuelva los crímenes cometidos por todos los actores armados, no creo que haya posibilidades de paz.
GP: Carlos, el mundo de las leyes y el mundo que muestra tu película no están desconectados. De hecho, la mayoría de los congresistas de esa región son paramilitares o amigos del paramilitarismo. Es decir, los mismos que disparan contra la familia de la película, se sientan en el Congreso a hacer leyes. Peor aún, las fincas del presidente Uribe están en la región que tú pintas. El Presidente va todas las semanas a esa región, porque allí tiene sus intereses económicos, su patrimonio familiar.
JOG: Petro dice que el Presidente está cada semana en su finca. Cada semana está con el pueblo en consejos comunales de gobierno que son ejemplo de dedicación a los problemas de la Nación. Quiero decir también que durante mucho tiempo no hubo presencia estatal en las regiones. ¿Por qué no está la fuerza pública en las escenas de incursiones paramilitares que evoca la película?. Cuando comienza a darse la presencia benéfica de la fuerza pública recuperamos las carreteras y la vida pacífica en las regiones.
GP: hay un desliz de José Obdulio, que es la clave del problema. Para que haya paramilistarismo se necesita una red mafiosa con 3 elementos: gran posesión sobre la tierra, corrupción y apoyo político. Y eso es lo que hay que desmantelar en el país.
JOG: ya entendí por fin por qué usted no valora la desmovilización...
GP: pues me alegra que comprenda que la desmovilización sola no basta, hay que desmantelar las redes mafiosas.
JOG: otra cosa que me parece fundamental para los futuros escritos de ambos es que la felicidad de los pueblecitos de Colombia sería, según usted, sin policía. Yo, en cambio, creo que la felicidad de los pueblos es la policía que se recibe con guirnaldas. Yo diría que la paz sería una paz con autoridad, no autoritarimo, sino presencia civilizada de fuerza pública, además muchos para-estatales, muchas ambulancias en las carreteras, muchos helicópteros volando llenos de agentes de autoridad persiguiendo expresiones de violencia.
“…un proceso de paz no comienza hablando con las Farc. Un proceso de paz comienza haciendo reformas democráticas y la primera de ellas, incluir el mundo campesino con tierra, créditos y tecnología”
Senador
GP: El tema de la paz es la prioridad política en Colombia, sacarla de la guerra, de la violencia, es complejo pero pasa por un eje esencial: la inclusión del mundo campesino dentro de la sociedad colombiana, destinando los 7 millones de hectáreas que hoy están en manos del narcotráfico puestas en arriendo al campesinado y a los pequeños y medianos empresarios a producir alimentos. Así no tendríamos tanta guerrilla ni tantos paramilitares ni tanta violencia y podríamos disminuir la producción de hoja de coca. Es decir, un proceso de paz no comienza hablando con las Farc. Un proceso de paz comienza haciendo reformas democráticas y la primera de ellas, incluir el mundo campesino con tierra, créditos y tecnología.
JOG: todo va unido al problema de la droga. En general, creo que los 45.000 hombres armados del paramilitarismo están reducidos a grandes capos con controles regionales en alianza con las Farc y el Eln, pero eso no es un fenómeno nacional.
MCA: Eduardo Pizarro decía en su columna que el señor Mancuso apoyó desde su página web la marcha del 4 de febrero y que por eso no se podía decir que la marcha del 6 de marzo es convocada por las Farc porque se haya apoyado esta marcha en la página de Anncol.
JOG: la marcha del 4 de febrero fue contra las Farc. Oportunistamente Mancuso dizque quiso hacerse visible y firmó un documento de convocatoria, pero a los que fuimos a marchar no nos importó que Mancuso estuviera convocando. Es grave que la marcha del 6 de marzo sea convocada por una organización victimaria y que las consignas sean cómplices de esta organización. Nos debemos seguir uniendo contra la Farc, contra el Eln, contra las organizaciones del paramilitarismo. Pero es una consigna engañosa marchar contra los crímenes de estado, porque aquí no existe terrorismo de estado.
GP: La marcha contra las Farc y contra el secuestro debe continuarse con una marcha contra el paramilitairsmo, por la verdad, la justicia y la reparación de todas las víctimas de las Farc, el ELN, de los paramilitares y de los funcionarios públicos del estado.
JOG: Comparto con Gustavo la necesidad de consolidar una decisión de todos frente al terrorismo en todas sus expresiones y frente al alimentador del terrorismo, que es el narcotráfico. Y destaco que debemos seguir con la estrategia de desmovilización para derrotar a las organizaciones terroristas.
GP: pero silencias la necesidad de las reformas por parte del Estado. Y olvidas que es mayor el número que se integra a la guerrilla, el reclutamiento. Según José Fernando Isaza, las Farc se acabarán en 52 años. Yo miro por qué sigue entrando gente a la guerrilla.
JOG: Y yo miro por qué entraba...
MARÍA CRISTINA ALVARADO
Especial para EL TIEMPO
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