lunes, marzo 03, 2008

UN ACUERDO NACIONAL CONTRA LA VIOLENCIA


OPINIÓN
Domingo 2 de marzo de 2008

HACIA UNA COLOMBIA SIN GUERRA

Si algún pacto debiera ser suscrito por los partidos es el de la abstinencia de combinar formas legales e ilegales de lucha.


El entusiasmo despertado por las marchas ciudadanas de estos días, encierra indudablemente la expresión de una gran fuerza colectiva y ciudadana que clama contra todas las barbaries y que exige el fin de la guerra. En este sentido la marcha del 6 de marzo debe verse como un complemento necesario de la inmensa movilización del 4 de febrero.



Del espíritu de estas acciones ciudadanas, sin parangón en la historia de Colombia, debemos extraer el profundo mensaje que expresan. Los ciudadanos no quieren más FARC, ni paramilitares, ni mafias, ni más barbarie. Colombia quiere salir de la guerra y la violencia y quiere construirse como una nación democrática y moderna.



Por eso creo que la propuesta de Rafael Pardo encaminada a repetir el pacto contra el terrorismo que en los inicios del gobierno de Álvaro Uribe firmamos el Polo, varios partidos uribistas y el Partido Liberal, no avanza.


Si algún pacto debiera ser suscrito por los partidos en Colombia es el de la propia abstinencia a combinar formas legales e ilegales de acción. Erradicar para siempre la tesis de la combinación de las formas de lucha que no es más que una construcción premoderna propia de la cultura política colombiana desarrollada, de un lado, a partir del típico estadista terrateniente, que hacía leyes en Santafé de Bogotá al tiempo que dirigía su ejército particular en la región de sus enormes haciendas, -ese “estadista” del siglo XIX es el precursor de nuestros actuales políticos clientelistas ligados al paramilitarismo-, y del otro, a partir de quienes desde la izquierda decidieron dirigir a las FARC entre 1964 y 1986. La combinación de formas de lucha implica siempre la posibilidad de eliminar físicamente al contrario y no deja de ser la expresión de una tradición política colombiana profundamente sectaria y feudal.



Las marchas se constituyen hoy en un mandato más eficaz y profundo: un Gran Acuerdo Nacional para sacar a Colombia de la guerra y la violencia.



El país movilizado de hoy no quiere esperar a una remota paz desprendida de la negociación entre armados, ni oír más el llamado a una perpetua guerra. Entiende, más bien que la paz empieza por el acuerdo de los desarmados… los ciudadanos. Que ese acuerdo por fin gana potencia y espacio entre la gente, y que es posible iniciarlo desde ya.



Acuerdo para realizar, desde un gobierno a elegir, las reformas imprescindibles o fundamentales como diría Álvaro Gómez, que conduzcan a quitarle oxígeno a la violencia y que, en mi opinión, deberían ser aquellas que garanticen la integración cabal del mundo campesino a las oportunidades, a la tierra y a la prosperidad, las que democraticen el crédito y el saber y las que separen tajantemente el narcotráfico del Estado y el poder político.



La ciudadanía no puede supeditar la construcción de la paz a la voluntad extraviada de los actores armados. Corresponde a la política dotar de poder a esa ciudadanía para que ella misma, a través del acuerdo, busque momentos de concertación y espacios de legitimación, que permitan dar los pasos concretos hacia las reformas que le quiten el oxígeno a la violencia.



Desde esta perspectiva el Polo Democrático debe invitar a los demás partidos, las fuerzas independientes, los gremios de la producción, los indígenas y campesinos, los afrodescendientes, a los diversos, e incluso a los opuestos, para que, desde el ámbito de la movilización ciudadana, encontremos los objetivos comunes, imprescindibles para construir la Paz.



Se trata de elaborar una hoja de ruta, un cronograma concreto de reformas, en sí mismas profundas, democráticas, que en el esfuerzo de concertación no generen más violencia sino más paz. Se trata de hacerlo nosotros mismos, los ciudadanos y las ciudadanas de Colombia, y se trata de que los partidos políticos las eleven a la eficacia del Poder, al Gobierno, a la Ley y la Constitución, a la realidad ineludible de su cabal aplicación.



Ese Acuerdo para sacar a Colombia de la guerra adquiere una importancia histórica indudable y puede canalizar el enorme esfuerzo que la multitud ciudadana hace para acabar con la inercia de la violencia que por momentos devora la voluntad de Colombia.



Gustavo Petro, Senador de la República gustavopetro@etb.net.co


1 comentario:

Anónimo dijo...

En desarrollo de una actitud suspicaz, ¿Uribe invitó a Chávez a mediar en el conflicto colombiano incluida la entrega de secuestrados por las Farc, a sabiendas de que estaba tendiendole un señuelo a los "terroristas" como raúl Reyes, seguirlo con tecnología de punta y apoyado por los EEUU, y asestar el golpe certero?

Es decir, podemos pensar que el señor URIBE actúa con frialdad y cálculo matemático para mantener un escenario de guerra y perpetuarse él, sus amigos y seguidores en el PODER, sin importar que involucre a países amigos y vecinos, o ponga en riesgo a los secuestrados y sus familias?

De ser así, que mente TAN PERVERSA la que nos gobierna.