lunes, marzo 26, 2007


GUSTAVO PETRO U.
Senador 2006 - 2010

Es Economista de la Universidad Externado de Colombia, especialista en Administración Pública en la ESAP en Bogotá y en Desarrollo Poblacional y Medio Ambiente en la Universidad Catholiqué de Lovain, en Lovaina Bélgica, Magister de Economía de la Universidad Javeriana, realizó estudios de doctorado en Nuevas Tendencias en Dirección de Empresas en la Universidad de Salamanca (España).

NOTAS DEL VIAJE A WASHINGTON
Marzo 4 al 10 de 2007



Por: Gustavo Petro U
Senador del Polo Democrático Alternativo, PDA


Del 4 al 10 de Marzo de 2007 visité Washington, la capital de los Estados Unidos, invitado por los Steelworkers, la organización sindical de los trabajadores del acero (cuenta con millón y medio de afiliados y ejerce una gran influencia dentro del Partido Demócrata). Así mismo, recibí el decidido apoyo del Grupo de Derechos Humanos sobre Colombia, una coalición de ONGs norteamericanas y colombianas, las cuales desarrollan un importante trabajo en Washington.

Cumplí dos objetivos básicos: asistir a un audiencia programada en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH, de la OEA, para debatir el seguimiento de las medidas cautelares decretadas por ese organismo, habida cuenta de mi situación de seguridad personal, la cual no cuenta con la debida protección de los organismos gubernamentales y agravada por las recientes declaraciones del Presidente Uribe.

Sostuve una reunión con el Secretario General de la OEA, Sr. José Miguel Insulza, a quien solicité una presencia más amplia de ese organismo en las elecciones de Octubre próximo para garantizar su transparencia y evitar el fraude presentado en pasados eventos.

En segundo lugar, y dentro de la perspectiva en la cual estamos empeñados, de construir otro tipo de relaciones entre los dos países, de crear una agenda que privilegie la paz, la soberanía, la autodeterminación y otro tipo de integración, más allá de las guerras al terrorismo y las drogas, logramos enviar y colocar un mensaje positivo en el seno de la sociedad de los Estados Unidos y en las instancias más claves de decisión del Partido Demócrata.


Para ello, me entreviste con el staff de la Señora Nancy Pelosi, Presidente de la Cámara de Representantes – la misma que no quiso recibir al Presidente Uribe semanas atrás-, los Senadores Russ Faingold, Ken Conrad, Patrick Leahy (Relaciones Exteriores), Edward Kennedy, la Representante Tammy Baldwin (importante figura dentro del Partido Demócrata), David Obey (Presidente del Comitè de Apropiaciones o Presupuesto), Charles Rangel y Sandy Levin (primero y segundo dentro de la jerarquía Demócrata), Ken Commings de la oficina del Representante Van Hollen, entre otros. Previamente me había reunido aquí en Bogotá con el Representante Jim McGovern.

Producto de las entrevistas con los Representantes Donald Payne (Afrodescendiente, del Caucus Negro) y Mike Michaud y con la vocero del Senador Kennedy, Ianna Kachoris, se acordó programar una visita a Colombia de una importante delegación de Congresistas demócratas, afrodescendientes y de los Steelworkers, interesados en conocer de primera mano la realidad colombiana.

También fui recibido por el staff de los Comités de Finanzas del Senado y de Relaciones Exteriores del Senado, funcionarios del Gobierno de los Estados Unidos en materia de Derechos Humanos, dicte varias conferencias en Universidades y fui entrevistado por varios medios de comunicación, entre ellos una de las principales cadenas de radio y televisión alternativa, con más de 500 emisoras afiliadas a nivel federal en los Estados Unidos (www.democracynow.org).

En las entrevistas con los Congresistas del Partido Demócrata, tratamos a profundidad los dos únicos temas que por el momento ligan a la política exterior de los Estados Unidos con Colombia: la aprobación del Tratado de Libre Comercio y el Plan Colombia. Me quedó claro que el TLC, tal como fue firmado por los Gobiernos Bush y Uribe, va a presentar profundas variaciones. Afirmé que los únicos sectores de la sociedad colombiana, con capacidad para desarrollar algunos de los monocultivos contemplados en el TLC son aquellos sectores ligados al narcotráfico. El TLC, tal como lo firmaron Bush y Uribe, beneficiará en el campo colombiano, casi exclusivamente al narcotráfico que lo aprovechará para lavar sus grandes fortunas ilegales.

Es indudable que el Partido Demócrata, a nivel de Senado y de Cámara, reconoce, como lo dijimos en su momento, el fracaso del Plan Colombia como plan antidroga, centrado en la fumigación masiva de los cultivos de hoja de coca, en la cual se han invertido la mayoría de los U$ 6 mil millones otorgados en los últimos seis años por los Estados Unidos y que no ha producido una reducción sustancial en el área cultivada, ni en la cantidad de cocaína exportada ni una caída en el precio del alcaloide en las calles de Norteamérica. En este diagnostico concordamos el Polo Democrático Alternativo de Colombia y el Partido Demócrata de los Estados Unidos.

Sobre el tema propusimos una estrategia: reestructurar el Plan Colombia allí donde pueda ser realmente efectivo como una política antidroga. Les dije, y observé que les produjo gran sorpresa, que el poder del narcotráfico - el gran problema que debe afrontar hoy el país- , no está en la cantidad de cultivos de hoja de coca al borde de la selva, sino en sus relaciones con la política y sectores muy definidos del Estado Colombiano. Esas relaciones, perversas e incestuosas, son las que le otorgan un poder enorme, de criminalidad, de violación de Derechos Humanos y de capacidad de exportación de cocaína a los Estados Unidos. Y por tanto el Plan Colombia tiene que apuntar directamente a ese que es su mayor poder, para desarticularlo y vencerlo.

Cortar las relaciones entre Estado, política y narcotráfico, es el verdadero Plan Colombia que tanto los Estados Unidos como los colombianos necesitamos comúnmente. Para ello hay que reestructurar las partidas presupuestales que deberían dedicarse a fortalecer la Justicia, de cara a eliminar la arquitectura de impunidad que durante dos décadas se construyó alrededor del narcotráfico y el paramilitarismo.

Y llevar a la Justicia, muchísimo más fortalecida, a la detección y castigo de la relación entre narcotráfico, paramilitarismo, política y Estado en Colombia. Es lo que los colombianos llamamos la Verdad: Un Plan Colombia para la Verdad.

Se debe reconocer que por primera vez existe un sector de la sociedad colombiana que de manera organizada empieza a apuntar sobre el mismo objetivo: se trata, ni más ni menos, de miles y miles de víctimas que hoy, sin información y atemorizadas, no logran actuar para demandar no solamente su indemnización moral y económica a la que tienen derecho, sino a demandar la verdad, la misma verdad que tanto los Estados Unidos como Colombia, necesitamos urgentemente.

En este sentido concordamos con el Partido Demócrata, en que en lugar de mantener brigadas de soldados, deberíamos crear verdaderos batallones de abogados financiados con los recursos del Plan Colombia. Es indudable que si tuviésemos dos mil abogados públicos de la Defensoría del Pueblo, asesorando, acompañando, organizando, dirigiendo la actividad judicial a la que tienen derecho las víctimas, que se pueden contar por millones en Colombia, tendríamos un instrumento social lo suficientemente poderoso como para que la verdad no se siga ocultando al país y al mundo.

Los dos aspectos del nuevo Plan Colombia, un Plan Colombia por la verdad y para las víctimas, le daría a los Estados Unidos el mejor instrumento de debilitamiento del narcotráfico colombiano, en tanto estamos apuntando a la fuente misma de su poder. Es allí donde estos U$6 mil millones de ayuda podrían invertirse en los próximos cinco años con mucha más eficacia y con beneficios tangibles para las dos sociedades. Ese es el tipo de agenda que estamos empeñados en construir.
En lo que respecta al TLC mi sorpresa, de entrada, fue mayúscula. Primero, por que ya no estamos ante una ley de apropiaciones en los Estados Unidos, si no ante un mecanismo más complejo de aprobación que depende de si se aprueba o no el fast-track, que no es más que una ley habilitante del Congreso al gobierno del Presidente Bush. Esto cambia la estrategia del Partido Demócrata frente al TLC.

Detecté que existen dos grandes corrientes al interior del Partido Demócrata: una que no quiere aprobar el TLC con Colombia, y otra corriente que defiende la inclusión de cláusulas laborales y ambientales en el texto firmado. Son cláusulas poderosas que permitirán la defensa de los trabajadores y el medio ambiente en Colombia, con lo cual podemos concluir que el propósito de Uribe y de Bush, de aprobar lo que se acordó en las mesas y posteriormente firmado por los dos presidentes, es absolutamente ingenuo. EL TLC que salga del Congreso de los USA, si es que se aprueba, va a ser radicalmente diferente al firmado por los dos gobiernos.

Les expresé que el Polo Democrático y su bancada en el Congreso de Colombia votarán en contra de la aprobación del TLC. Pero que, si se trata de aprobarlo finalmente, estaríamos de acuerdo con incluir una serie de cláusulas nuevas, no solamente las que el Partido Demócrata ya viene proponiendo en los temas laboral y ambiental.

Me referí a profundidad al estudio adelantado por connotados académicos del país , a instancias del propio Ministerio de Agricultura, en el cual se demuestra que el TLC, tal como se firmó, va a transformar radicalmente la estructura agraria en Colombia. Las cifras del estudio nos indican que de 15 millones de campesinos, pequeños y medianos empresarios del campo, hoy dedicados al cultivo de alimentos y cereales, de corto rendimiento, de dos y tres cosechas por año, vamos a pasar a una nueva estructura agraria basada en los monocultivos de tardío rendimiento, caucho, cacao, palma africana, entre otros, para producción de biocombustibles, política muy defendida por el presidente Uribe.

Todos estos nuevos cultivos tienen como denominador común la imperiosa necesidad de usar extensas superficies de terreno bajo un solo propietario o empresario y altos niveles de liquidez, que les permita a estos propietarios sobrevivir mientras llega la primera cosecha, al cabo de una década o más, como es el caso de la palma o la madera de plantación.
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Con ese análisis previo, hice una pregunta a los Congresistas Demócratas, ¿Saben Uds. quienes son los colombianos que en el campo tienen las mayores extensiones de tierra y suficiente liquidez económica para ser beneficiarios de ese cambio de estructura agraria que producirá el TLC? Ninguno lo sabía. Les hice ver, entonces, que los únicos con esa capacidad son los narcotraficantes. El Tratado de Libre Comercio, tal como lo firmaron Bush y Uribe, beneficia, en el campo colombiano, casi exclusivamente al narcotráfico.

Propusimos, junto con los Demócratas de Estados Unidos, introducir una serie de cláusulas que impidieran ese hecho: democratización de la tierra, protección transitoria de más largo tiempo para los campesinos y los pequeños y medianos productores de alimentos y cereales en Colombia, medidas precautelares mucho más efectivas de expropiación de tierras a testaferros y narcotraficantes para destinarlas a programas de Reforma Agraria y protección de la economía campesina.

Así mismo, fue aceptada por el Partido Demócrata, la presencia de los expertos y académicos que concluyeron que efectivamente que el TLC cambiará la estructura agraria en el país. Se van adelantar una serie ronda de testimonios, audiencias públicas y foros, convocados por los Demócratas, para ahondar en esta discusión, también ocultada por el gobierno de Colombia en perjuicio de millones de campesinos y miles de medianos y pequeños empresarios del campo colombiano.

De otra parte, estoy gratamente sorprendido por la receptividad y entusiasmo con el que se recibieron nuestras propuestas. Estamos adportas de construir una alianza estratégica entre el Partido Demócrata de los Estados Unidos, mayoritario en el Congreso, y el Polo Democrático Alternativo, minoritario en el Congreso de Colombia. Prácticamente coincidimos en los temas fundamentales que ligan a nuestras sociedades, congresos y a nuestros dos gobiernos.

En mi parecer, están sentadas las bases de un nuevo diálogo democrático entre iguales. La historia de la relación de Colombia con los Estados Unidos, en los últimos diez años, es la historia de un fracaso. Si profundizamos los contactos al más alto nivel que logramos establecer en esta ocasión entre los dos Partidos, y a partir de allí influimos a los dos gobiernos con las bondades de nuestras propuestas, estoy convencido que se abrirá una nueva era de relaciones entre Estados Unidos y Colombia.

Bogotá, Marzo de 2007

Enlace que registra entrevista
http://www.democracynow.org/article.pl?sid=07/03/09/1443229&mode=thread&tid=25